La familia.

Cuando al aventurarte en terreno desconocido, te sientas invadido por el temor y parezca como si la única alternativa fuese retroceder, recuerda que hay otro camino. Puedes optar por sentir el miedo, aprender de él, permitirle que te prepare, y luego avanzar confiadamente. Cuando has experimentado una terrible desilusión y parece como si el mundo entero estuviera en tu contra, y lo único que deseas es darte por vencido, recuerda que hay otro camino. Puedes optar por poner a la desilusión en un segundo plano, y mirar al frente en dirección a lo mejor que puedas imaginar. Si alguien te ha lastimado y el dolor es intenso, y si parece que la ira y la venganza son las únicas opciones posibles, recuerda que hay otro camino. Puedes optar por re-dirigir tu energía en pos de mejorar la situación de manera positiva y productiva, en lugar de sólo crear más destrucción. Cuando parezca que la única alternativa es negativa, siempre hay otro camino. Cuando parezca que las únicas alternativas son la derrota y el abatimiento, siempre hay otro camino. En tus momentos más difíciles, recuerda que hay otro camino, más positivo. Velo, síguelo, vívelo y cada vez que lo hagas elevarás tu vida.

Tenemos familias unidas al ser tolerantes con las fallas y valorar lo bueno que nos enriquece. Aprovechar lo mejor de cada uno es un medio fabuloso para que reinen el amor y la paz. Seamos positivos y saquemos el mejor partido de lo bueno que nos rodea.

El principio sin fin de una nueva historia de amor… Hoy no estaré triste, ni buscaré motivos para estarlo, hoy perdonaré a los que me ofendieron y dañaron mi corazón, hoy perdonaré tu ausencia, tu abandono, hoy te dedicaré mi último suspiro, mi último pensamiento, mi último sueño, mi última lágrima, el último pedazo de mi corazón que dejaste con vida…        



        

Aceptar los designios de Dios aunque no los entendamos, aunque no nos gusten. Si tuviéramos la capacidad de ver el fin desde el principio tal como Él lo ve, entonces podríamos saber por qué a veces conduce nuestra vida por sendas extrañas y contrarias a nuestra razón y a nuestros deseos. Tener fe es dar cuando no tenemos, cuando nosotros mismos necesitamos. La fe siempre saca algo valioso de lo aparentemente inexistente; puede hacer que brille el tesoro de la generosidad en medio de la pobreza y el desamparo, llenando de gratitud al que recibe y al que da. Tener fe es creer cuando resulta más fácil recurrir a la duda. Si la llama de la confianza en algo mejor se extingue en nosotros, entonces ya no queda más remedio que entregarse al desánimo. La creencia en nuestras bondades, posibilidades y talentos, tanto como en los de nuestros semejantes, es la energía que mueve la vida hacía grandes derroteros. Tener fe es guiar nuestra vida no con la vista, sino con el corazón. La razón necesita muchas evidencias para arriesgarse, el corazón necesita sólo un rayo de esperanza. Las cosas más bellas y grandes que la vida nos regala no sé pueden ver, ni siquiera palpar, sólo sé pueden acariciar con el espíritu. Tener fe es levantarse cuando se ha caído. Los reveses y fracasos en cualquier área de la vida nos entristecen, pero es más triste quedarse lamentándose en el frío suelo de la autocompasión, atrapado por la frustración y la amargura. Tener fe es arriesgar todo a cambio de un sueño, de un amor, de un ideal. Nada de lo que merece la pena en esta vida puede lograrse sin esa dosis de sacrificio que implica desprenderse de algo o de alguien, a fin de adquirir eso que mejore nuestro propio mundo y el de los demás.